Se dice que todo lo que tememos acabará por ocurrirnos.
A mí siempre me atrajo el miedo. Tanto como el amor.
Sin duda me he acercado a las dos cosas. Viví, por lo tanto, en un estado de pánico y de deseo.
El amor tiene sus símbolos. La mente de cada uno lo reviste de imagenes, así haciendolo tangible.
Igual con el miedo.
En la guerra, fuí un imberbe soldado que no se preguntaba nada a sí mismo.
Se me encargó sacar nombres a alguna gente de un pueblo.
Maté a quienes se negaban. Sus lagrimas no me impidieron dispararles.
Fué una mujer mayor, de piel morena y ojos pálidos, quien, sin verter una lágrima, me miró fijamente y dijo,
- Anda, cobarde, dispara: yo podría ser tu madre.
En aquel momento rompí a llorar, arrojé el rifle al suelo, y tuve miedo para siempre.
miércoles, 14 de septiembre de 2011
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