El cielo llameaba. La tierra diríase pletórica de sangre. Ciertamente, la sangre fluía en regueros sobre un vasto territorio: allí se libró la espantosa batalla.
Cuerpos retorciendose de dolor, y otros muchos ya muertos, se retorcían en el barro.
Los vapores de los intestinos abiertos por las espadas y lanzas subían como calína de verano hacia el cielo.
Vieron las guerreras vencidas como la reina enemiga caminaba entre ellas, salpicada de sangre la cabellera rubia, la armadura brillante, los muslos poderosos , el exhuberante seno. Sus ojos eran verdes y crueles. Sonreía altanera. Empuñaba en su mano su espada chorreante de liquido rojo. Era hermosa y terrible. Sus guerreras la seguían enarbolando los negros estandartes de los dacios, en forma de cabeza de lobo.
Tomó en sus manos el rostro de la reina vencida.
-Te voy a comer viva.-rugió.
E hincó sus colmillos en el cuello de la reína caída.
viernes, 10 de junio de 2011
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