viernes, 24 de diciembre de 2010

el salto

Como quien desde alta atalaya
mira hacia el vasto mar, escucha su rugido
y siente el embíte del viento
que de su seno turbio se levanta
y de súbito comprende
qué es la libertad
y no tiene miedo,
y se deja caer
y unos instántes
vuela,
y otro instante despúes
ha pagado su ansia
de flotar en el aire
con su vida.

Allá en el mareante y ruidoso torbellino
de los rompientes, su cuerpo sin alma ya,
maltrecho, el cadáver sanguinoliento
de un raro pez brillando
palidamente entre los negros farallones,
pleno de sal, ahíto de liquido frío,
el mar hace por hundirle
y él con la sorpresa de un ahogado
que reconoce continuar con el deseo
de los ojos abiertos,
ha oído los gritos
de alguien que le descubre,
horrorizado, desde la arena de la playa cercana.

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